sábado, 17 de enero de 2015

Cómo poner la funda a un edredón nórdico

Decía Quino, en boca de Mafalda, que quizás la vida moderna está teniendo más de moderna que de vida. Lo afirmó cuando sus garabatos se publicaban en los diarios argentinos, allá por los '60 del siglo pasado. En aquellos tiempos, asegura mi madre, las camas se hacían "como Dios manda", con su sábana, su colcha y su manta. Los edredones nórdicos, como su nombre indica, a lo mejor se usaban más allá del paralelo 45. Por aquí ni se había oído hablar de ellos.

Poner la funda no es el único problema de los nórdicos
Desmintiendo al dibujante, esta modernez, como tantas otras, sí que nos facilita la existencia. Es un producto razonablemente barato, que abriga mucho sin resultar pesado, fácil de colocar y, para los que somos calurosos, fácil de apartar si resulta que a mitad de la noche sientes que te cueces. A los vagos redomados, además, nos aligera hasta límites inimaginables años atrás la tediosísima tarea de hacer la cama... aunque la mayoría de las veces la pereza siga siendo más fuerte y se quede arrugado y amontonado de mala manera sobre el colchón durante toda la jornada.

Los edredones nórdicos son todo ventajas. ¿Todo? No. Una labor relacionada con ellos continúa, ahora y siempre, resistiéndose a la sencillez. A alguien se le ocurrió que, por higiene, por estética, por simple afán de dar por culo, debían tener una funda. Y esa funda, una especie de bolsa de tela perfectamente sellada por todos sus lados menos uno, parece que exige dos ingenierías y tres masters para ponerse correctamente en su sitio, a juzgar por los miles de comentarios más o menos sollozantes que circulan por la red.

En realidad, si se conoce el procedimiento, es algo de lo más sencillo. A mí me lo explicó mi novia, que (dice que) lo desarrolló por su cuenta un día que, por algún motivo, lo tuvo que hacer ella sola. Es de suponer que yo estaría muy ocupado buscando alguna excusa para no echar una mano. El caso es que no hay más que seguir estos pasos:

  1. Dale la vuelta a la funda, de forma que la parte interior quede por fuera y viceversa, como si fuera un calcetín. Esta parte te la puedes ahorrar si la próxima vez que la laves (porque estas cosas se lavan, guarro) tienes la precaución de guardarla ya invertida.
  2. Extiende el edredón (sin funda) sobre la cama.
  3. Extiende la funda, del revés, sobre el edredón, con el hueco en la parte de los pies de la cama. Procura que caiga hacia abajo el lado de la funda que luego querrás que se vea.
  4. Mete la mano por el hueco de la funda hasta una de las esquinas superiores. Con la mano dentro, coge el pico del edredón que tendrás debajo, de forma que agarres a la vez tanto funda como edredón, y tira hacia ti. ¡Magia! Con un mínimo esfuerzo ya has conseguido meter medio.
  5. Repite la operación con la esquina contraria.
  6. Según lo ancha que sea tu cama, haciendo esto tendrás colocada la funda hasta, más o menos, la mitad del edredón. No tienes más que seguir tirando de la funda (raramente te harán falta más de dos tirones) hacia abajo hasta que cubra todo. Para que ajuste perfectamente, cuando hayas llegado al final, agarra de las esquinas inferiores, a la vez de la funda y del edredón, y sacúdelo.
Con esta fórmula, garantizo personalmente que una sola persona no especialmente hábil, sin ninguna ayuda, puede enfundar un edredón de 1,50 m en menos de dos minutos. Créeme, no queda una sola arruga: tu mamá flipará cuando lo vea y empezará a pensar que, a tus 30 añitos, ya estás preparado para sobrevivir en este mundo cruel. Y sin necesidad de hacer contorsionismos, ni de blasfemar, ni de contratar obreros especializados y maquinaria pesada, ni de perder media hora cada día en una actividad tan poco edificante.

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