martes, 23 de diciembre de 2014

Y próspero pavo nuevo

Te cuento una cosa por si no te has enterado. Estamos en Navidad. ¿Y qué es la Navidad, dices mientras clavas tu etcétera? Posiblemente nadie lo tenga claro del todo. No le seguiré el juego a los publicistas que insisten de mil maneras en que es la época del año en la que todo el mundo está más contento y feliz, porque basta con salir a la calle para contemplar la mala hostia generalizada que traen de regalo los Reyes, o Papá Noël, o el personaje que cada uno se quiera buscar para mantener engañados a los críos y que desde jovencitos se lleven desilusiones.

Es época de regalos y juguetes, dicen. O sea, de vender. La tradición dicta que esta es la época en que es correcto y socialmente aceptable regalar cosas. Se admite también el día del cumpleaños, pero si se te ocurre aparecer con algo envuelto en ese espantoso papel multicolor en cualquier otra jornada, pongamos un 20 de mayo, te mirarán raro. Se quedarán el regalo, no te quepa duda, porque tontos no son, pero les parecerá extraño. La paz y el amor tienen sus fechas establecidas, y no se te ocurra salir de ahí, maldito antisocial.

El auténtico sentido de la Navidad
También es época de exaltación del horterismo. Árboles dentro de las casas con bolas brillantes y largas tiras de plástico colgando, lucecitas multicolor parpadeando al ritmo de melodías salidas del peor regüeldo de Luis Cobos, calcetines en chimeneas, petardos, un montón de parafernalia que en otro momento ni se nos pasa por la cabeza utilizar, porque entendemos, con buen criterio, que no hay ninguna necesidad. Cuánto daño han hecho las películas yanquis, y cuánto daño ha hecho Cortylandia. Los belenes se salvan porque (algunos) tienen hasta su lado artístico, pero en general un ambiente "festivo" cuya banda sonora son los villancicos (con sus variantes rocieras y salseras) no puede ser sano.

Todo esto no es gratuito, sino que tiene excusa oficial. Se supone que se conmemora el nacimiento del que los cristianos llaman "hijo de Dios", en una batallita rocambolesca, casi autoparódica, pero que todavía hay gente que se traga sin rechistar. Pensándolo fríamente, en el fondo esos son los mejores, los más coherentes, los que pese a todo merecen respeto. Sin embargo, los que no se creen el cuento de la paloma y el pesebre, o se lo creen a medias (ya sabes, "católico no practicante" y otras formas de autoengaño), pero luego ahí están los primeros para seguir el juego cuando les conviene, esa chusma, son los que hacen que el mundo esté tan jodido como está.

¿Pero es que no tiene nada bueno la Navidad? Sí, sí que lo tiene. Los polvorones, mantecados y alfajores. Y el turrón y el guirlache y el mazapán. Y las cenas con pavo o besugo. Hasta las peladillas tienen su público devoto. Seríamos todos mucho más felices si estas delicias se ampliaran a los demás meses (salvo quizás en verano, que a alguien le podría dar un chungo). El auténtico sentido de la Navidad, lo que todos sin excepción disfrutamos, es la posibilidad de zampar como cerdos y sin remordimiento alguno. Nada más que por eso, aun teniendo que aguantar todo lo otro, merece la pena que esta fiesta siga existiendo tal como la conocemos. El sacrificio compensa. ¿O no?

martes, 25 de noviembre de 2014

No me gustan las mascotas

Hay gente, mucha gente, un huevo de gente, que tiene la extraña costumbre de llenar su casa de bichos de todo tipo. No que se cuelen de fuera, no: los meten ellos aposta. Por algún motivo, les mola convivir con perros (esos seres que exigen que les saques a "pasear", léase a dejar su mierda en la vía pública, unas cuantas veces al día, así llueva, nieve o caiga un sol abrasador), con gatos (y sus montones del pelo, y su necesidad instintiva de afilarse las garras con lo que pillen, sin respeto alguno por los cientos de euros que haya costado el sofá), o peor aún, con el ser que esté de moda en cada momento.

Créeme, que lo he visto: existen personas que tienen en sus domicilios cosas que costaría encontrar en un zoológico. A muchos le van las ratas, o como dicen los pijos, "hámsters". Otros optan por reptiles, tortugas los más normalitos, serpientes e iguanas los que están peor de la cabeza. Hay a quien le da por los pájaros para montarse no se sabe si su propio orfeón o su propia película de Hitchcock.

Mayormente se dedican a esto
La excusa habitual es que se tienen "para dar compañía". Miles de años de evolución en que los humanos hemos sublimado el arte del lenguaje y la comunicación a niveles inimaginables, siete mil millones de personas en todos los rincones del planeta, y resulta que nos tiene que dar "compañía" un chucho. O peor aún, un gato, ese ente aprovechado, parasitario, que en cuanto le eches de comer pasará de ti y se largará a vivir su vida hasta que tenga hambre de nuevo.

Y es normal. Nótese que el título de este texto es que no me gustan "las mascotas", no los animales. Los animales me encantan, unos más que otros, con predilección por los que se puedan asar o freír. No hace falta ser un observador muy atento para darse cuenta de que, aunque la viceversa sí es posible, los animales no son humanos. Y, tal como nos enseñaron en el cole de pequeños, los humanos vivimos (cuando nos dejan) en casas, mientras que los animales tienen madrigueras, nidos, guaridas o lo que a cada uno le dicte su instinto que se debe montar. Su función en la vida no es "acompañarnos", sino vivir como corresponda a cada uno de ellos por naturaleza.

¿A cuento de qué, entonces, tanto empeño en encerrar a los animales en las casas? ¿Acaso a ellos les hemos preguntado alguna vez si les apetece? ¿Sabemos si ellos quieren ser "mascotas"? ¿Hay forma de descubrir si, lo mismo que nosotros nos hemos encaprichado por tal o cual perro, ellos nos habrían elegido a nosotros? ¿No es cruel mantenerlos enclaustrados en entornos diseñados a nuestra humana medida, totalmente hostiles para ellos, en los que no tienen libertad para moverse como y donde quieran? ¿No es la domesticación (la que no sea estrictamente imprescindible para la supervivencia, entiéndeme, que tampoco abogo por volver a la época de cazadores y recolectores) una imposición unilateral basada en un abuso de poder ("somos más inteligentes") y, en el fondo, una forma de esclavitud en la que "compramos" y "vendemos" seres vivos, con tiendas especializadas y hasta industrias eugenésicas de crianza?

Pues eso, que no me gustan las mascotas. Y que cuando quiero ver animales, me voy al campo, que es su sitio.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Cagarse en Dios es redundante

Un martillazo que se desvió más de la cuenta en el intento frustrado de clavar una alcayata para un cuadro. Una pieza de la carísima cristalería de La Granja que, en un descuido, escogió el suelo en vez de unos labios para su último beso. Un nuevo suspenso del crío en el examen de Conocimiento del Medio. Tira tú y adivina cuál fue el motivo. Las cochambrosas paredes de pladur que abundan en los bloques de pisos modernos, aunque no lo parezca, son suficientemente aislantes como para no poder enterarse de una casa a otra de cuál fue la causa del desastre que sufrieron en el tercero. El taco, eso sí, se escuchó con una nitidez que ya la querrían muchos sistemas Dolby Surround.

Los españoles (y supongo que, por extensión, los sudamericanos, aunque el tópico diga que ellos son más exquisitos en materia de uso del lenguaje) somos posiblemente los más escatológicos del planeta a la hora de blasfemar. Los italianos aluden a animales de pureza discutible (porco Dio!), los ingleses trasladan hasta este ámbito su obsesión por el sexo e incorporan su fuck a todo. Nosotros, en un alarde de sutileza y elegancia, nos cagamos. En lo que tengamos más a mano, pero en los casos extremos a por quien vamos es a por el Altísimo. Debe de joder que un simple mortal que Él mismo creó de barro o de costillas, según la variedad, le llene de mierda hasta el cuello.

El Único y Verdadero
Si lo piensas bien, tampoco tiene mucho sentido este uso tan marrón del lenguaje. Si crees en su existencia, asumes que está en todas partes; por tanto, escojas el sitio que escojas para hacer tus necesidades, sea un trono, una letrina más o menos turbia, en medio del campo o cualquier otro lugar que tu imaginación te dé a entender, Él se encontrará allí y tu producto interior bruto le caerá encima inevitablemente, por muy meapilas que seas. Si no crees, estás insinuando que defecas sobre algo que no existe, con lo que te podrán tomar por lunático... o, si eres Stephen Hawking, podrás desarrollar una fascinante teoría sobre los agujeros negros y su capacidad para tragarse mojones.

Es simplemente una forma de hablar, un recurso lingüístico al que no merece la pena dar tantas vueltas, dirás. Sí, pero no. Estoy de acuerdo en que el asunto realmente no tiene mucho recorrido (como mucho, el palmo que haya desde el extremo último de tu tracto intestinal al fondo de la taza), pero este giro lingüístico, como cualquier otro, refleja mucho sobre la personalidad colectiva del pueblo que lo elige para expresarse. Y define muy a las claras lo que hemos sido toda la vida en España: una panda insoportable de beatones histéricos que, en cuanto tenemos oportunidad, nos pasamos los mandamientos por el forro.

Porque de hipocresía, en esta tierra, siempre hemos andado sobrados. Nominalmente, la abrumadora mayoría se dice católica. Pero dentro de esa mayoría, a su vez un porcentaje amplísimo dice ser "no practicante". Léase "me gusta montar la fiesta del bodorrio, el bautizo y la comunión, pero ir a rezar los domingos me da una pereza de cojones". Estoy seguro de que, si se hace una encuesta, buena parte de los que tienen cumplidos todos los sacramentos luego es bastante atea, o su variante metrosexual, "agnóstica". Apuesto a que ni siquiera muchos curas se creen el cuento. Que es normal, porque mirándolo fríamente no hay por dónde cogerlo. Pero eso es otra historia que ya si eso dejaré para otro día.

jueves, 20 de noviembre de 2014

Hola, qué tal

Qué haríamos sin Google a estas alturas de película. Este mismo blog no existiría, sin ir más lejos. No ya porque el servidor donde está alojado (Blogger) es de su propiedad, sino porque sin Google no se me habría ocurrido la inmensa tontería de buscar a ver si a alguien había hecho algo interesante con este nombre. Y resulta que no. Sí que han creado un par de páginas, pero en ninguna hay nada que merezca la pena leerse. Una, literalmente, está vacía. Otra es "privada", que pocas cosas se me ocurren con menos sentido que hacer un blog privado (para eso cómprate una libreta y móntate tu propio diario, o si te va lo digital usa el bloc de notas). Sin embargo, los nombres estaban registrados (por joder), así que me he tenido que quemar un poco la cabeza (gran esfuerzo, acortarle dos palabras) para la URL de este sitio. El título no, ese se mantiene.

¿Y por qué este título? Si tienes Windows (si no, eso que te ahorras), compruébalo yéndote a tu carpeta de Fuentes (que no se debería llamar así, pero esa es otra historia) y abriendo cualquier archivo, casi al azar. Te saldrá o bien un texto extraño en inglés sobre grajillas y esfinges de cuarzo, o bien esto, con cigüeñas saxofonistas incluidas. Que aunque parezca una tontuna, tiene sentido: en esa frase están todas y cada una de las letras que se usan en castellano, incluyendo vocales acentuadas y hasta la u con diéresis. Todo nuestro idioma, desde Berceo hasta Eduardo Mendoza, desde Cervantes hasta Camilo José Cela, desde Lorca hasta la Pantoja, cabe en un murciélago hindú que comía cardillo y kiwi, y sin embargo era feliz.

El blog acaba de nacer y ya tiene camiseta propia
¿Tiene eso algún simbolismo? Pues es posible, pero no se me ha ocurrido. Este blog no tiene propósito concreto más allá de reflejar de forma inconexa y poco coherente lo que se me vaya pasando por la cabeza. Que nadie busque un hilo conductor que no me voy a molestar en darle. Es más, lo mismo esta es la primera y última entrada, y cuando un alienígena a millones de años luz se encuentre con esto como única muestra de nuestro saber y capacidad pensará que los humanos éramos gente bastante limitada. O lo mismo el teclado echa humo y sale un libro de aquí. Quién sabe.

La gracia del tema es que no voy a darle nada de publicidad. No me apetece. Ni voy a escribir siguiendo ningún tipo de convención para que sea más fácil de "localizar en los buscadores". Si aparece, bien, y si no, también, y que les den a los expertos en SEO. Apelo a lo brillante que es el nombre escogido, que sale en los ordenadores del 80% de la humanidad hispanohablante, para que el público venga solo, y si no viene, ellos se lo pierden. Sí, como estrategia de marketing es una mierda. Dime alguna otra que no lo sea.

Y como no le voy a dar publicidad, tampoco voy a presentarme a mí mismo, entre otras cosas porque dudo que te importe lo más mínimo quién soy. De hecho, ni mis más allegados saben que estoy escribiendo esto. Ya estoy metido en otras movidas que intento promocionar sin demasiado éxito (sois así de ingratos, gentuza), así que quiero ver hasta dónde salpican mis pajas mentales sin mover un dedo por ellas. Lo llamaría "experimento sociológico", pero eso mismo dijo en su momento la Milá de Gran Hermano y así estamos ahora...

¿Todavía sigues ahí? ¡Venga, a dormir, que se acabó la función por hoy!